Escribo a intervalos, en una tarde preotoñal de meriendas, juegos y dibujos animados. Mientras tecleo frente al ordenador no me asalta ninguna idea recurrente, técnicamente, no padezco ninguna obsesión. Sin embargo, hay un par de elementos que, lejos de provocarme ansiedad, no dejan de hacer su aparición bajo diversas formas. Os cuento.
En los últimos meses, parece que no existieran más libros que la trilogía de Stieg Larsson y Listbeth Salander empieza a transformarse en un personaje perturbador. No, no los he leído. Hace algún tiempo que me impuse la durísima norma de no comprar libros. Suelo saciar mi sed de lectura gracias a las bibliotecas públicas y no es fácil obtener una obra tan solicitada. El caso es que estas novelas se me presentan en todas partes, desde conversaciones con compañeras de trabajo hasta artículos de prensa, y llega un momento en el que el asunto empieza a tomar un cariz obsesivo.
El segundo caso es Isabel Coixet. He oído hablar tanto de Map of Sounds of Tokio que no me importa que la crítica se muestre hostil ante el último trabajo de esta directora que a mi, personalmente, me gusta tanto.
Y si hablamos de música, tengo la sensación de que Michael is everywhere compartiendo espacio con the Beatles y sus discos remasterizados. Por cierto, me gusta este tema.
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